lunes, 12 de enero de 2009

La Tierra y La Luna (dedicado)

Si yo fuera Luna Llena, no te dejaría dormir. Si fuera la Luna, alumbraría tu rostro a mitad de madrugada. Extrañado me mirarías pero no te encandilarías. Porque yo de apoco me movería, más cerca, más cerquita, haciendo tierra en aquellas tierras tan lejanas. Pues dice la leyenda que alguna vez al unísono, fueron regocijados el uno por el otro; pecho con pecho, con las piernas entre las suyas.
Yo, Luna, latente contra ti. Mas poco duró ese acorde. Hubo algo que me hizo despertar y de repente reprocharte. Salí disparada lo más lejos que pudiese, pero mi pequeño cuerpo a la altura tuya, poco podía. Quisiera o no, había quedado soslayada; un poco lejos, un poco cerca. Como si aquella altanería pudiese dominarme.
¿Por qué tan presumido? Si sabes que siempre estaré juntito a ti, girando en torno a ti. Hay de veces en las que no aguantaba y te iluminaba para que me vieses, lo que más pudiese. Un día, de tanto destello alcancé tus mareas que como vellos de tus brazos se alzaron hacia mí... ay de mí.
Pero arranqué. Arranqué y me escondí. Todo quedó en penumbras. Tú estabas un poco desorientado y no por eso me buscaste. Al contrario, te aprovechaste: ¡Me subestimaste!... sabiendo todo lo que me gusta la noche, coqueto sí, me hiciste ascender desde tus montañas.
Y al fin viste mi lado cubierto. Ese día se produjo una hecatombe, el mar y el cielo se amigaron y la arena como tal remolino deshizo la sal y al final se hizo helada. Con todo, y ante todo pronóstico, aunque nadie lo imaginase estuvimos juntos otra vez, aquella vez, segunda vez… Última vez. Puesto que de pronto apareció una luz, pero no aquella azul que yo emanaba. Sino una que de verdad irradiaba. Pues se acercó aquella grandeza con sus grandes vástagos de cabellos dorados y ondulados apartándome a un extremo. Incluso me achicó un poquito.

Sufrí el destierro de controlar el tiempo para verte. Luego, mi luz se convirtió en sombras. Fue entonces cuando me percaté que ya no te inspiraba. Te alojaste en esa careta, fruncida y regordeta que quería todo de ti y a la vez nada.


Por eso la Luna ya no quiere ser parte de la Tierra.